La mayoría de las personas que conocemos no necesitan poesía, no necesitan filosofía, llegar a conocer su alma o estudiar sus sueños. No anhelan que una ola de espiritualidad recupere al mundo y lo libere de la prisión que tan laboriosamente se ha construido en estas últimas décadas. La mayoría de las personas están bien y pueden estar mejor. Tienen problemas para existir pero no problemas con existir. No piensan, como nosotros a menudo: es tan caro vivir y tan poco satisfactorio. Ellos son fáciles de satisfacer, quizá simplemente no han conocido un anhelo mayor a los que están al alcance. Ninguno distinto a los anhelos de esta época y esta sociedad. Y quizá si en algún momento se sienten inexplicablemente defraudados por el mundo, o la vida, o su vida, no alcanzan a articularlo y ya lo olvidan. Quizá no tienen lenguaje para sufrir lo que nosotros sí.
El asunto es: ¿cómo sobrevivir en un sistema evidentemente dominado por ellos sin sacrificar nuestro mundo interior? Probablemente no hemos hecho lo suficiente por observar a este otro tipo de persona. Atrapados en nuestra subjetividad, no alcanzamos a detectar los pliegues en los que nos parecemos, y sobre todo, las oportunidades en que ellos de hecho necesiten nuestro tipo de habilidades. Va a ser difícil cambiar de un modo juzgador a uno observador, pero esto me parece lo más sabio.
Algunos practicamos la disimulación honesta cuando podemos:
ReplyDelete"El artificio de la disimulación, que anuda el tolerar, callar y esperar, consiste en no hacer ver las cosas como son. No es un engaño sino un descanso honesto, un moderado olvido, una pausa que se da a una idea o a la verdad antes de que se haga evidente, para mostrarla a su tiempo, cuando le llegue el momento. Sin embargo puede naufragar a consecuencia de la soberbia, la ira y la voluntad de poder, que se apoya en el engaño."
De la disimulación honesta. Torquato Accetto.
:)! Rola el libro.
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