Recuerdo que estaba contemplando por primera vez tus hermosos ojos color ámbar cuando sobre la mesa de al lado un maletín lleno de dólares canadienses se cerraba, decidiendo el color y la temperatura de mi invierno. Éramos tú y yo hablando del camino, de cómo tu pasado desembocaba en mi presente, de cómo mi pequeño futuro será nuestro precioso hijo secreto. Al rededor, gordos hombres mostachones dirigían la ciudad a sorbos de café y caladas de cigarro, las miradas entretenidas en las portadas de los periódicos (había uno por mesa, el de nosotros reposaba en una de las sillas) o los televisores colgantes. Todavía están ahí. Todavía estamos ahí. Yo aún en tus ojos.
Es sábado.
Es sábado.
No comments:
Post a Comment