Algunos libros envejecen, se vuelven obsoletos. Y otros enverdecen: los vuelve uno a leer y descubre que les faltó cocerse un poquito. O mucho. Que no estaban listos. Que había que prepararlos mejor. Libros que ya han ido muy lejos. Que sólo los años y la distancia lo iban a decir.
Lo que no reverdece son mis plantas (¿Y si les leo un poquito de literatura local?).
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