Labels

conocer (51) en entre (26) pix (8) cita (6) colección (3) escribir (2) fenomenon (2) song (2)

27.2.07

a t.h. of one's own

No quiero ser malinterpretada. Pido que se lean las siguientes líneas concediendo que no escribo desde el reproche. No es un lloriqueo, que éste ya lo he llevado acabo durante muchos años en distintos hombros y sobre el cual hay diarios enteros con enfermizas notas recursivas. Es una inspección, tan objetiva como he podido, de un fenómeno que, creo, he vivido.

Hay dos posturas encontradas sobre la condición del escritor. La primera, de la cual una vaga (quizá no tan vaga) referencia es Charles Bukowski: no baby, si vas a escribir vas a hacerlo aunque vivas en un cuartucho, con un niño llorando todo el tiempo, con el gato enterrándote las uñas en la espalda y afuera el fin del mundo. Por otro lado la postura -si se me permite, parcial- de Virginia Woolf: una mujer necesita un cuarto propio y una renta anual para poder escribir. Sin método de por medio -pues escribo con urgencia- pretendo enfrentar ambas perspectivas con mis propias vivencias ya que creo que de todo esto pueden desprenderse algunas conclusiones que ilustren sobre otros problemas -aparentemente no relacionados- y situaciones del tiempo en que vivimos.

Olvidémonos de las necesidades materiales del escritor: cuarto, renta, computadora. Y las sociales: igualdad de género, libertad de expresión, educación. El proceso de escritura tiene que ver con tres cosas, exclusivamente, concentración, dedicación y perspectiva. No necesita, estoy segura, tiempo de ocio el cual, con frecuencia, resulta perjudicial para la actividad intelectual cuando se da pie a la pereza mental. No necesita una vida de rico, con todos los lujos posibles, la cual también podría aniquilar su impulso creativo, permitiéndole recrearse en lo ya hecho e incluso moverse por el mundo en busca de ello; y su impulso crítico si, para su propia fatalidad, resulta ser un ser acomodaticio. No ahondaré en las circunstancias sociales del escritor que, por otro lado, nada tienen qué ver con la escritura salvo en tanto éstas determinen las circunstancias materiales. Las circunstancias materiales del escritor sólo tienen que ver con la escritura en tanto éstas determinen que el ambiente de trabajo de un escritor sea propicio: no para la inspiración -la cual ocurre, me parece, con mayor frecuencia en las calles y demás lados del mundo por los que escritor se mueva- sino de la dedicación. Las horas sentado frente a la hoja en blanco, el tiempo dedicado a escribir más el tiempo dedicado a reescribir.

Hace algunos años llegué a la conclusión de que la literatura contemporánea sería forzosamente breve porque el ritmo de vida concedía apenas unas cuantas horas al día tanto para leer, y aún menos tiempo, para escribir. Un trabajo de tiempo completo, incluída hora y media de cocina y dos horas de tráfico como mínimo, nos permite dedicar doce horas a nosotros mismos. que si restamos otra hora de comida y siete horas de sueño, nos quedamos con cuatro horas para escribir. Estas hipotéticas cuatro horas son una maravilla si se contrasta con la realidad. Yo misma he buscado hacerme de esas cuatro horas pero no atino -será por incapacidad propia- a robárselas al mundo, a la vida, a la cotidianeidad. El problema, a fin de cuentas, no es una cuestión de cantidad: que uno pueda procurarse cuatro horas al día para dedicarse a escribir (o escribir y leer, que también es escribir) lo concedo. El verdadero problema es la fragilidad de esas cuatro horas. En realidad puedo disponer de ellas por completo. Durante esas cuatro horas puedo, de verdad, alejarme del mundo: meterme en un narrador, meterme en un personaje... ¿Y qué tal cuando se vive al alcance de familiares, amigos, pareja y ellos demandan convivencia? ¿Puede uno decir no? ¿Es fácil decir no a la gente y sí a la hoja de papel? No, es más fácil hacerse ideas: creo que yo en realidad no sirvo para esto y seguir ahogando impulsos de expresividad en notas personales. Vale. Se puede ser un pensador de barrio.

ITUNES
IS
THE
NEW
SILENCE

¿Por qué los padres no entienden que cuando uno está frente a la computadora probablemente quiere concentrarse ya sea en lo que lee o escribe? ¿Por qué piensan que pueden pasar junto a mí, entrar a mi cuarto, golpear la puerta, llamar o simplemente pasar junto a mí lanzando cualquier comentario que saben que no voy a atender? Y sin embargo, lo hacen, y no con la esperanza de que yo reaccione sino inconscientes del fenómeno. Esto. Lo otro. En muchas ocasiones, nimiedades: hablar por hablar que, pese a su intrascendencia, no puedo yo apartar de mi mente. Me distrae alguna de sus frases. O se acumulan varias hasta que finalmente debo detenerme y voltear: ¿qué? Sólo porque no me ven hacerlo, porque el reproche lo hago en mi interior es que creen que sus diálogos no tienen efecto sobre mí, y por lo tanto, no les importa hacerlos. Lo extraño es que resulta, por lo que veo, más fácil hacer un comentario que callarselo. De modo que el hablar es impulsivo, una reacción; y el callar un acto voluntarioso. Pereo, en última instancia ¿qué es esto de vivir aún con los padres a los 25, 27 años?

3 comments:

  1. This comment has been removed by the author.

    ReplyDelete
  2. Quizá ser un pensador de barrio es mil veces mejor que un escritor reconocido por el simple hecho de que el pensador de barrio si sabe de lo que habla y el escritor apenas puede con el tiempo que le pisa los talones.... Pero, quizá no... Cada quién. :)

    ReplyDelete
  3. A mí me gustó una cosa que me dijo Dulce: escribir es a todas horas, mientras lavas los platos, mientras vas en el tráfico, mientras duermes. Yo estoy intentando un nuevo método, me robé la idea de nuestro coordinador del CE: hablar en una grabadorcita. Pensar todo el tiempo, sin embargo, te distrae del trabajo, y hace que andes por la vida con la mente en otro planeta. Esto es muy peligroso al cruzar la calle, por ejemplo. Últimamente he estado pensando en la escritura como una lluvia que fluye a todas horas, el chiste es poner vasijitas para atrapar las pocas gotas que podamos. Pero también me peleo mucho con la cotidianidad. Demasiado. A veces quisiera ser un ente etéreo que no necesite andar arrastrando, cuidando un cuerpo. Aunque a veces también pienso lo contrario: el cuerpo está ahí precisamente para cuidar que no nos vayamos a la estratósfera.

    ReplyDelete