En el sueño, X nos ayudaba a mi familia y a mí a arrancar la camioneta empujándola. Cuando encendió, por seguir ayudando, saltó dentro del camper con Gustavo y conmigo. Cada uno de ellos ocupaba una banca, yo iba en el suelo, al fondo, tras la cabina donde montaban papá y mamá. Desde ahí lo veía, sin decir nada, nadie decía nada. Yo en vez de estar agradecida esperaba el momento de cuestionarle sus decisiones otra vez, enojada porque tenía tiempo de no ser el mismo de siempre conmigo. Él no estaba al pendiente de mí ni de mi familia, se había preocupado por nosotros en conjunto y seguía en la camioneta por asegurarse de que nos marcháramos sin contratiempos pero se le veía ya con urgencia de regresar. La camioneta obviamente no iba a parar, no era conveniente, y la dirección que llevábamos más la velocidad a la que íbamos le contrariaba cada vez más porque a cada segundo estaba kilómetros y kilómetros más lejos de donde él quería estar. Íbamos ya por una avenida (Alfonso Reyes) en dirección al norte, con tráfico fluido. Sin decir palabra, midió el momento y repentinamente abrió el camper sólo lo necesario para saltar fuera. Quedó de pie en medio de los dos carriles, los coches lo esquivaban bien, sin problemas: parecía que había visualizado esa oportunidad y calculado bien el salto. Ya en marcha, lo vi (lo vimos) perderse a la distancia, sacudiéndose la ropa y doliéndose poquito de las piernas. Ahora ya podía regresar y yo pensaba: lo están esperando (¿su nueva vida?), o bien, sólo quiere ir a su casa. Y mientras yo quería por sobre todas las cosas del mundo estar parada ahí mismo donde él esquivaba los autos, la camioneta me llevaba lejos y muy rápido a los lugares de siempre, a la familia.
21.2.10
20.2.10
respaldando, actualizando
Más bien estoy tumbando y volviendo a levantar. Sin estilo. Haciendo el desmadre que no me atrevía a hacer: adentro. No, la verdad esta es otra época. De silencios y secretos; más necesito cómplices que amigos. Quien se quede afuera y vigile y de el pitazo. Que es casi decir que no estoy en nada ni con nadie. Que ando mal, con fiebre y coraje… viendo arder. No me hace feliz pero aguanto. Busco la manera de quitármelo de la espalda y depositarlo donde a nadie fastidie. Un diablo, un viejo amigo.
Tengo un nuevo libro de sueños de cabecera. Es profundo y analítico. Con ilustraciones. Me ayuda aceptar lo que ya sé y se revela en sueños, y a que éstos no trastornen por completo mi día. Estoy con fiebre, insisto. No creo poder hacer reír a nadie ahorita y casi lloro de gratitud si algo me divierte.Me pregunto si recordaré esto tal cual cuando ya esté bien. Cuando vuelva a ser dichosa. La idea es que no vuelva yo a caer en semejante soledad, oscuridad y desencanto. No planeo que dure ni siquiera una semana más, pero prefiero aguantar meses, años, con tal de que quede completamente superado.
Y con la caja negra, no sé qué hacer. Imagino una venta de garaje, pero no los precios. Tendría que seleccionar yo muy bien a los que compren. Tendrían que caerme de a madres y en el corazón, compartir conmigo la historia de los objetos en venta y darles un destino apropiado. Pero no sabemos. No sabemos.Pero ya sabré.